Snape hizo que el caldero levitara con un pase de su varita, y, luego de murmurar unas simples palabras, todo el humo y olor nauseabundo de hace unos instantes desapareció.
Aún estaba enfadado con el huron (demasiado, quizá), pero no había nada que pudiera hacer...nada legal, al menos. Y sabía muy bien cuáles eran sus límites.
Claro que, por otro lado, tenía aún la poción. Mentirle a Malfoy no había sido lo correcto, al parecer, pues se había alterado. Aunque, pensándolo de otra forma, ya sabía hasta qué punto soportaría el menor. ¿Debió haberle dicho que el castigo de Filch no había sido aprobado ni era conocido por el director? Nah, quizá más tarde.
Aunque quizá sí debió decirle que la poción que tenía en las manos (un reciente descubrimiento que había hecho) no funcionaba como había dicho, sino que, en un par de días, le mostraría el recuerdo de lo que había pasado con Draco y Akane en aquel pasillo.
"No morirá por no saberlo", se dijo, guardando el caldero en su armario (debía mantener la poción en un lugar oscuro mientras se esperaba a que estuviera lista). "Ha de estar dando saltitos por ahí, creyendo que eso ha sido todo..."
Se sentó una vez más en el escritorio, relajándose y cerrando los ojos, hasta que, unos instantes después, su respiración lenta y pausada advirtieron que se había vuelto a quedar dormido, justo antes de que se escucharan unos suaves toques a su puerta...